Hace algunos años atrás, el Papa Francisco le entregó a la Iglesia y a todas las personas de buena voluntad una exhortación apostólica sobre la juventud y su rol en el mundo de hoy. “Christus Vivit” se titula el documento que hasta la fecha sigue vigente con el mensaje central de que Cristo vive, no es parte del pasado, sino que nos acompaña y guía día a día en nuestro camino de fe. Atendiendo a este llamado es que la Iglesia chilena ha querido congregar a los jóvenes del país en un gran encuentro nominado “Jornada Nacional de la Juventud” en la ciudad de La Serena, donde miles serán parte de esta fiesta juvenil para vivir la fe en comunidad y de manera pública, así como volver a encender los corazones de quienes aún creen que la Iglesia está muerta.
En este año jubilar, bajo el lema “jóvenes peregrinos de la esperanza”, la jornada quiere volver a motivar a los más distanciados, incluso quienes siendo adolescentes no creen porque la fe no les ha sido transmitida o porque la tendencia individualista del mundo moderno nos hace pensar que no necesitamos a Dios. La esperanza que no defrauda (Rm 5,5) es a la cual le confiamos la búsqueda de sentido y la edificación de nuestro futuro, donde la construcción de un mundo mejor sea la hoja de ruta de una juventud que quiere ser escuchada, reconocida y encauzada hacia la primera vocación del ser humano que es amar y ser amados. Este amor que se funda en el corazón de Jesús y “está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito. Él es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente» (DN, 218).
Pensar el rol de los jóvenes en la Iglesia hoy no se puede escindir del rol de todos los otros agentes en la creación de una comunidad eclesial sinodal que, así como se preocupa de aquellas cuestiones relevantes para el trabajo pastoral, se debe enfocar con gran ahínco en el reconocimiento de los jóvenes como protagonistas del presente y obreros de un futuro mejor. El Papa Francisco ha enfatizado en la alegría misionera que echa raíces en los corazones de la juventud que busca frenéticamente autenticidad, pertenencia, propósito y espiritualidad. “Tu Palabra es una lámpara para mis pasos, una luz en mi sendero” (Salmo 119, 105), dice la cita bíblica que inspira este encuentro y que vuelve a relevar el hecho de que la palabra de Dios es indispensable para los jóvenes deseosos de ser una Iglesia viva.
Jóvenes, seamos el ahora de Dios y entreguemos el corazón, la mente y las manos a la construcción del reino; no descansemos hasta que el mundo brille con el color de saber que Jesús nos ama. Tenemos en nuestra cancha la conducción de la barca que quiere remar mar adentro hasta encontrarse con nuestra esencia de hijos muy amados de Dios. Hagamos frente a las crisis con esperanza, al dolor con el sentido y a la soledad con encuentro; solo nosotros, jóvenes impetuosos, pero bien intencionados podremos marcar el paso de una Iglesia que quiere seguir convocando a todos y todas que independiente de la edad pueden conocer a un Jesús siempre joven que “ha resucitado y nos quiere hacer partícipes de la novedad de su resurrección. Él es la verdadera juventud de un mundo envejecido, y también es la juventud de un universo que espera con «dolores de parto» (Rm 8,22) ser revestido con su luz y con su vida” (CV, 32).
¿Estoy dejando entrar a Cristo en mi vida juvenil como verdadera fuente de felicidad y plenitud? ¿Cómo puedo encontrarme en esta jornada nacional de la juventud con el verdadero rostro de Cristo? ¿Cuáles son los desafíos que tengo en mi comunidad de Iglesia local como joven y constructor del reino?
“Sólo cuando descubren a Jesús caen en la cuenta: ‘Esto era lo que yo esperaba’. Y nosotros, cuantos más amigos seamos de Jesús, tanto más podremos abrir el corazón a los demás, para que también ellos sean realmente jóvenes, es decir, para que tengan ante sí un gran futuro”.
Benedicto XVI, Discurso “¿Por qué es hermoso ser joven?”, Génova, 2008.