Vinculación con el Medio ver más
Para nuestra universidad la Vinculación con el Medio es una tarea central cuya relación de reciprocidad establecida con el medio disciplinario, artístico, tecnológico, productivo y/o profesional nos permite cualificar nuestras funciones de docencia, investigación y extensión y al mismo tiempo abordar los desafíos recientes y futuros con una mirada amplia, en lo local y global.
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En diversos ámbitos es más común de lo que imaginamos, aplicar a ultranza una ley económica que nos achaca a todos. ¿Cuál, cuál es? La ley del menor esfuerzo. Tiene mil y una aplicaciones, a diario, en todo orden de cosas. Ya comenzamos el día, a los pocos segundos o minutos del despertar, es que ya ni siquiera quisiéramos despertar. Y luego del despertar, ya considerar el incorporarse es otro trámite demoroso, que cinco minutos más, que diez, que… “¡total, si en diez minutos paso por el baño, me visto, tomo la mochila y ¡ya!” Todos los pasos considerados, muy abreviados, solo de cumplimiento, nada pulcros, nada prolijos.
Si así fue el arranque, ¿qué seguirá?, ¿cómo irá la cosa? Difícilmente cambie el comportamiento de modo radical.
No hay curso o asignatura en que no haga referencia a esta práctica consuetudinaria nuestra, la de todos. No hay quién se escape. Al formularla, al explicarla someramente, los estudiantes esbozan alguna sonrisa, asienten pasivamente. Allí, no hay mucha más vuelta que dar al asunto en comento.
Les insisto, desde la primera de las clases, que a la curiosidad natural que nos asiste a cada uno, ya con la determinación de iniciar estudios universitarios deben dar curso a mayor inquisición, mayor indagación que la espontánea, deben ser curiosos profesionales. Ya no es todo dado, deben procurar satisfacer su inquietud, su interés, y deben saltar la valla, no pasar por debajo de ella. Deben superarse. No todo es dado ya, solo insinuado, señalado, mostrado. Deben aprender, deben aprehender, comprender, interpretar, averiguar, discernir, asimilar, descubrir, analizar, en fin, mucho, mucho quehacer. En los estudios superiores ya no hay espacio para el mínimum minimorum.
Ahora bien, ya no estacionados en el ámbito de los estudios, sino en los cotidianos avatares de la vida, debemos intentar doblarle la mano a esa ley económica que señalaba primero, la ley del menor esfuerzo. En el día a día, en todo orden de cosas debemos procurar alzar el mínimum minimorum, ello redundará en beneficios solo, en satisfacciones, ni más ni menos.
¿Se les ocurre en qué ámbitos de la vida tendríamos que alzar la vara? ¿Qué dejamos para mañana que deberíamos hacer hoy? ¿Qué? ¿Qué buena idea asoma, de pronto, en nuestra mente, dejamos de apuntarla y más tarde ya se ha esfumado? No todo implica dinero, no todo depende de los demás. Es cierto, muy cierto, debemos moderar trabajo, estudio y descanso, hallar buen equilibrio en ello. También, la ambición rompe el saco. Sin embargo, un somero análisis de nuestras vidas da cuenta de que hemos contenido esa ambición, ese interés, más de alguna inquietud buena, sana y perdimos la oportunidad de cultivarla.
Y en lo colectivo, también, todos hemos dejado pasar situaciones que habrían dado mejor resultado en nuestras vidas. Y no todo es cuestión de suerte; tanto que se quejan de la mala suerte. Es preciso, no más, efectuar mayor control de las variables que inciden en mejores resultados, si ello ocurre, hablaremos de éxito, y no de suerte.
Alcemos la valla, mayor esfuerzo, más análisis y control, más estudio, más perseverancia, y… así, solo así, el mínimum minimorum será mayor, más alto. Caso contrario, de no procurar cambios de conducta, tal como lo expresaba un columnista hace pocos días, ya pasó la vieja. Ya sucedió, ya no, ya es tarde, y no hay vuelta que darle para mejorar el infortunio.
Finalmente, en todo orden de cosas, es de conveniencia optar por mejores mínimum minimorum. ¡A por ellos, oé!