Vinculación con el Medio ver más
Para nuestra universidad la Vinculación con el Medio es una tarea central cuya relación de reciprocidad establecida con el medio disciplinario, artístico, tecnológico, productivo y/o profesional nos permite cualificar nuestras funciones de docencia, investigación y extensión y al mismo tiempo abordar los desafíos recientes y futuros con una mirada amplia, en lo local y global.
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¿Cómo? ¿Por qué este juego? Aunque lo parezcan, términos equivalentes no son, en el lenguaje no hay expresiones que puedan ser reemplazadas una por otra, cómodamente, sin afectar una a la otra. Expresiones sinónimas, en el sentido de iguales una a la otra, eso no es posible en una lengua.
Aclarado esto, gente no es igual a pueblo ni estas a ciudadanía.
¿Por qué hay quienes prefieren el uso invariable de una de estas palabras, y no dan espacio alguno a otra? El uso de estas expresiones, cualquiera, se da tanto en el uso oral como escrito, y hay personas que, dada su preparación, su formación o su actividad, usan una de modo preferente en el ámbito discursivo, y en espacios de interacción amistosa.
Gente es una palabra que, en el español general, se utiliza como nombre colectivo no contable y significa ‘personas’.
Pueblo es una expresión que tiene acepciones variopintas, entre las que una “Gente común y humilde de una población”, y una más que refiere a “País con gobierno independiente”.
Y, ciudadanía es una palabra que en uno de sus significados alude al “Conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación”.
Ya se puede apreciar que no son lo mismo, que no son equivalentes, que su uso apropiado es en contextos diferentes.
Y es así cómo surgen interrogantes acerca de la preferencia o recurrencia de uso, y de la delimitación textual o contextual de esos usos.
Verdaderamente, ¿en qué piensa un dirigente político cuando emplea la palabra gente? ¿En quién piensa, en quiénes piensa? ¿Es uno particular o, como reza el significado de la palabra, en un conjunto de personas? No pocos dirigentes han cruzado la línea esa, y se han atrevido a dar nombres propios, uno o varios, en ocasiones, se trate de un nombre real o de uno ficticio. ¿El resultado? Inicialmente, tibio, no más, mas transcurrido un tiempo, se diluye el efecto de recurrir a un nombre o al mismo nombre anterior, en lugar de la socorrida mención impersonal “la gente”, “el pueblo” o “la ciudadanía”.
¿Por qué? Porque, en uno o en otro caso de la estrategia empleada, la mención es más bien relativa, insincera o, definitivamente, es un recurso discursivo ligero.
El término elegido, cualquiera de los tres, es una abstracción, es un constructo teórico, es más bien inasible, no cuantificable. Y de ser expresado, utilizado por alguien, se ha de saber que no tiene un equivalente comparable, es solo imaginado.
Se me ocurrió buscar en el megabuscador las tres palabras en cuestión, sea cual sea la acepción de uso, y cerciorarme cuántas veces ese buscador tiene registradas cada una de ellas, y lo que suponía, la palabra gente gana lejos, pueblo le sigue y ciudadanía está bien a la cola en las menciones. Resultados de la búsqueda, hoy, la palabra gente, 4.250.000.000 resultados, pueblo, 978.000.000 y ciudadanía, 158.000.000. ¡Sorprenden los datos estadísticos puros!
¿Cuál será el dato estadístico del discurso del 1 de junio? Los del año pasado son conocidos, ganó el pueblo, la gente casi no apareció, solo dos veces fue mencionada.
Nuevamente asiento a aquello que afirma Fernando Savater, la gente es nadie.