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Columna de Opinión 28 octubre 2024

Efectos del cambio climático: Los vulnerables serán más vulnerables

El cambio climático es una realidad, por lo tanto, aunque debemos seguir trabajando en mitigarlo, urge que iniciemos las tareas de adaptación. Alguna vez, por insistir en la gravedad de la situación actual y de sus proyecciones, fui tildado de “apocalíptico”. No es mi intención ser “pájaro de mal agüero”. Quiero hacer un llamado a que, como integrantes de la sociedad chilena, pongamos en acción las medidas que nos permitan afrontar en las mejores condiciones los embates del cambio climático.

Urge que iniciemos las tareas de adaptación. En este contexto, uno de los desafíos más importantes de Chile es superar la pobreza. Las brechas de desigualdad e inequidad existentes se ampliarán con el cambio climático y las mismas son una barrera para una adecuada adaptación.

Según la Convención Marco de las Naciones Unidades sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Chile es uno de los países más vulnerables al cambio climático, pues, dadas sus características geográficas (extenso litoral, zonas costeras de baja altura, zonas áridas y semiáridas, ecosistemas montañosos y regiones con cobertura forestal, entre otras), sufre y sufrirá en mayor extensión e intensidad sus impactos. Algunos de estos son:

  1. Calentamiento global: En el escenario actual de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), las proyecciones indican que, al 2060, la temperatura promedio podría aumentar en hasta 2,5°C en todo el territorio nacional, exceptuando la Región de Magallanes, para la que se pronostica un aumento de hasta 1,5°C. Las mismas proyecciones también muestran que habría una reducción drástica de precipitaciones en todo el territorio (con la excepción del Altiplano y Magallanes).
  2. Retroceso de los glaciares de los Andes: En Chile hay 26.169 glaciares (cuya superficie equivale al 80% de la superficie total de los glaciares de Sudamérica) de los cuales el 86% ha retrocedido. Esto representa una gran pérdida de agua dulce, que es un recurso estratégico.
  3. Aumento del nivel del mar: La tendencia de los últimos 15 años indica que la cantidad de avisos de marejadas se ha duplicado (de 25 a 50, en promedio). Las registradas el 1 de agosto de 2024 fueron las más intensas de los últimos cinco años.
  4. Eventos extremos (olas de calor y frío, sequías, lluvias torrenciales, inundaciones y aluviones, e incendios forestales): Probablemente, esta es la evidencia que más asociamos al cambio climático. La frecuencia de olas de calor se ha triplicado en Santiago en las últimas cuatro décadas; su duración se ha duplicado y su intensidad ha aumentado en 50%. Se relaciona con este fenómeno la megasequía que Chile viene sufriendo desde hace 13 años. Aunque en el 2024 el agua caída superó con creces la de años anteriores, en ningún caso se puede dar por superada la crisis hídrica. Los embalses acumularon más agua, pero aún se encuentran en una condición de déficit. Además, las lluvias han sido tan intensas que los suelos no han tenido el tiempo suficiente para absorber el agua y llevarla a los acuíferos. Inundaciones y aluviones son consecuencias de este mismo evento meteorológico. La sequía junto a las olas de calor han sido la condición base para la ocurrencia de incendios forestales que han arrasado con grandes superficies de bosques y plantaciones, alcanzando viviendas de pueblos y ciudades (Santa Olga, Penco, Tomé, Valparaíso y Viña del Mar, entre otras).

El cambio climático, aunque es un fenómeno global, no impacta ni impactará por igual a toda la población. En la costa, son los pescadores artesanales los más afectados por las marejadas: pierden días de trabajo y su infraestructura precaria resulta dañada. Las mismas marejadas alteran la vida de centros turísticos, destruyendo la infraestructura costera destinada a la diversión y al esparcimiento. Los pequeños empresarios pierden su inversión, y sus empleados, los puestos de trabajo. En La Araucanía, la región donde resido, el aumento del nivel del mar y las marejadas se llevaron la mitad del cerro Maule, lugar en el que estaba emplazado un icónico emprendimiento turístico.

En las zonas agrícolas los impactos son múltiples: Sequía, escasez hídrica, heladas y, este año, lluvias torrenciales, que provocaron el desborde de ríos y el anegamiento de campos cultivables y praderas. La adaptación exige de tecnología, estudios de riesgos y de recursos que, en general, no están al alcance de los pequeños y medianos empresarios.

Las poblaciones que se emplazan en sitios muy distantes de los centros de servicios y que cuentan con una conectividad mínima son las que tienen mayor riesgo de quedar aisladas por un corte de camino, provocado por una remoción en masa o aluvión, por ejemplo. Mayoritariamente, en estas poblaciones viven familias de un nivel socioeconómico medio y/o bajo.

Cuando las calles y pasajes de un conjunto de viviendas se convierten en canales navegables en un invierno lluvioso, sus dueños recién se enteran de que sus propiedades fueron levantadas en el lecho de un río que se había secado o en un terreno que se obtuvo drenando algún humedal.

Los grandes incendios forestales ocurridos en la última década se propagaron a poblados y ciudades. En Viña del Mar y Valparaíso, miles de familias que vivían en campamentos sufrieron la pérdida total de sus viviendas. Lo mismo ocurrió en Santa Olga (Región del Maule), pueblo de 5.000 habitantes que fue destruido completamente por la “tormenta de fuego” del 2017.

En todos los casos descritos, vemos que la vulnerabilidad al cambio climático está relacionada con la vulnerabilidad socioeconómica, y que esta vulnerabilidad es acrecentada por los impactos del mismo cambio climático. No se puede desconocer que en Chile se ha trabajado fuertemente en la problemática del cambio climático. Se han realizado diversos diagnósticos y estudios científicos -muchos de ellos liderados por el CR2 de la U. de Chile y la Ministra del Medio Ambiente, Maisa Rojas-; pero preocupa que sus resultados y conclusiones no sean transferidos a la ciudadanía en general, dando a cada individuo la oportunidad de tomar decisiones basadas en información y conocimiento; y que aún no sean incorporados en políticas públicas integrales e integradas que den cuenta de las brechas y desigualdades existentes, evitando que el cambio climático acreciente la vulnerabilidad de tantos y tantos de nuestros compatriotas.